Texto 1:
Las trece colonias del norte y la importancia de no nacer importante
Adaptado del libro "Las venas abiertas de América Latina", de Eduardo Galeano (1971)
(…) ¿Por qué el norte es rico y el sur pobre? El río Bravo señala mucho más que una frontera geográfica. El hondo desequilibrio de nuestros días, ¿nació de la expansión imperialista de los Estados Unidos o tiene raíces más antiguas? En realidad, al norte y al sur se habían generado, ya en la matriz colonial, sociedades muy poco parecidas y al servicio de fines que no eran los mismos (…). Los peregrinos del Mayflower no atravesaron el mar para conquistar tesoros legendarios ni para explotar la mano de obra indígena escasa en el norte, sino para establecerse con sus familias y reproducir, en el Nuevo Mundo, el sistema de vida y de trabajo que practicaban en Europa. No eran soldados de fortuna, sino pioneros; no venían a conquistar, sino a colonizar: fundaron «colonias de poblamiento».(…) Los colonos de Nueva Inglaterra, núcleo original de la civilización norteamericana, no actuaron nunca como agentes coloniales de la acumulación capitalista europea; desde el principio, vivieron al servicio de su propio desarrollo y del desarrollo de su tierra nueva. Las trece colonias del norte sirvieron de desembocadura al ejército de campesinos y artesanos europeos que el desarrollo metropolitano iba lanzando fuera del mercado de trabajo. Trabajadores libres formaron la base de aquella nueva sociedad de este lado del mar.
España y Portugal contaron, en cambio, con una gran abundancia de mano de obra servil en América Latina. A la esclavitud de los indígenas sucedió el trasplante en masa de los esclavos africanos. A lo largo de los siglos, hubo siempre una legión enorme de campesinos desocupados disponibles para ser trasladados a los centros de producción: las zonas florecientes coexistieron siempre con las decadentes, al ritmo de los auges y las caídas de las exportaciones de metales preciosos o azúcar, y las zonas de decadencia surtían de mano de obra a las zonas florecientes. Esta estructura persiste hasta nuestros días, y también en la actualidad implica un bajo nivel de salarios, por la presión que los desocupados ejercen sobre el mercado de trabajo, y frustra el crecimiento del mercado interno de consumo. Pero además, a diferencia de los colonos del norte, las clases dominantes de la sociedad colonial latinoamericana no se orientaron jamás al desarrollo económico interno. Sus beneficios provenían de fuera; estaban más vinculados al mercado extranjero que a la propia comarca. Terratenientes y mineros y mercaderes habían nacido para cumplir esa función: abastecer a Europa de oro, plata y alimentos. Los caminos trasladaban la carga en un solo sentido: hacia el puerto y los mercados de ultramar. Ésta es también la clave que explica la expansión de los Estados Unidos como unidad nacional y la fractura de América Latina: nuestros centros de producción no estaban conectados entre sí, sino que formaban un abanico con el vértice muy lejos.
Las trece colonias del norte tuvieron, bien pudiera decirse, la dicha de la desgracia. Su experiencia histórica mostró la tremenda importancia de no nacer importante. Porque al norte de América no había oro ni había plata, ni civilizaciones indígenas con densas concentraciones de población ya organizada para el trabajo, ni suelos tropicales de fertilidad fabulosa en la franja costera que los peregrinos ingleses colonizaron.(…) Fue una suerte. Por lo demás, desde Maryland hasta Nueva Escocia, pasando por Nueva Inglaterra, las colonias del norte producían, en virtud del clima y por las características de los suelos, exactamente lo mismo que la agricultura británica, es decir, que no ofrecían a la metrópoli una producción complementaria.
Estas circunstancias explican el ascenso y la consolidación de los Estados Unidos, como un sistema económicamente autónomo, que no drenaba hacia fuera la riqueza generada en su seno. Eran muy flojos los lazos que ataban la colonia a la metrópoli; en Barbados o Jamaica, en cambio, sólo se reinvertían los capitales indispensables para reponer los esclavos a medida que se iban gastando. No fueron factores raciales, como se ve, los que decidieron el desarrollo de unos y el subdesarrollo de otros: las islas británicas de las Antillas no tenían nada de españolas ni de portuguesas. La verdad es que la insignificancia económica de las trece colonias permitió la temprana diversificación de sus exportaciones y alumbró el impetuoso desarrollo de las manufacturas. La industrialización norteamericana contó, desde antes de la independencia, con estímulos y protecciones oficiales. Inglaterra se mostraba tolerante, al mismo tiempo que prohibía estrictamente que sus islas antillanas fabricaran siquiera un alfiler.
Texto 2
La representación europea de los recursos y sociedades precolombinas
La conquista y colonización de América implica, tanto para los europeos como para los pueblos indígenas, un encuentro con el “otro”. Con “otro” nos referimos a un conjunto de seres humanos o elementos culturales que no son los propios o que no pertenecen a la cultura propia.
Los europeos se encontraron con un “otro” que no eran solamente personas con características físicas, costumbres y cosmovisiones diferentes a las propias sino también un ambiente extraño y ajeno, en nada comparable al que ellos conocían.
Su mirada eurocéntrica y etnocéntrica se impuso en las representaciones que construyeron y pueden sintetizarse en torno a dos grandes ideas:
• los recursos del nuevo continente eran tan abundantes que prácticamente eran inagotables.
• los pueblos indígenas eran inferiores y atrasados con respecto a Europa. y los europeos tenían el deber (y el derecho) de imponerles su cultura y su religión
Ambas ideas, como veremos, contribuyeron a justificar la explotación desmedida de los recursos de América y el sometimiento y la imposición de la cultura europea a los grupos aborígenes.
Estudio de caso: Potosí
Fue el área más importante del territorio colonial español en América del Sur. Sin embargo, hoy en día es la zona más pobre de Bolivia. Potosí es “la ciudad que más ha dado al mundo y la que menos tiene”1.
Potosí es una ciudad ubicada en el sur de Bolivia, a más de 4000 metros de altura sobre el nivel del mar. En la época colonial formaba parte de la región denominada Alto Perú.
En 1545 se produjo el descubrimiento de plata en una montaña que sería denominada por los indígenas Orcko Potojsi (“cerro del que brota la plata”), y por los españoles, Cerro Rico de Potosí.
A diferencia de las ciudades fundadas por los conquistadores, Potosí no fue un asentamiento planificado. Surgió como un campamento minero y fue creciendo espontánea y desordenadamente hasta llegar a los 160.000 habitantes en 1630. Era en esos tiempos una de las ciudades más grandes y ricas del mundo y el rey de España Carlos V le dio el título de “Villa Imperial”.
En su obra “Las venas abiertas de América Latina”2 el escritor Eduardo Galeano cuenta que en el momento de mayor esplendor de Potosí hasta las herraduras de los caballos eran de plata y también lo eran los altares de las iglesias y hasta el empedrado de las calles.
La riqueza fluyó hacia Europa. Tanta, dicen algunos, que la plata que España recibió hubiera alcanzado para construir un puente desde Potosí hasta el palacio real español. Exagerado o no, lo cierto es que el flujo de plata sirvió para dar impulso al capitalismo europeo.
Según relata Antonio Brailovsky en su libro “Memoria Verde”3, Buenos Aires se convirtió en el puerto de salida del mineral hacia Europa que llegó a representar el 80% del valor de los productos que desde allí se embarcaban. Esta circunstancia dio nombre al Río de la Plata y posteriormente a nuestro país, Argentina (del latín argentum, plata).
El resto del territorio colonial se organizó en torno a Potosí cumpliendo funciones de abastecimiento. Chile, Perú y el noroeste de la actual Argentina abastecían al centro minero de alimentos, bebidas, ganado, carretas y artesanías.
La mita garantizaba la mano de obra ya que, por ese sistema, los pueblos indígenas tenían la obligación de entregar rotativamente cierta cantidad de hombres aptos para trabajar en la mina. Muchos de ellos no volvían. Se calcula que en el Cerro Rico perdieron la vida entre 3 y 8 millones de indios.
Actualmente, Potosí es la zona más pobre de uno de los países más pobres de América Latina. En la clasificación del Índice de Desarrollo Humano 2011 que es calculado cada año por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) Bolivia alcanzó un índice de 0,663 y ocupa el puesto número 108 a nivel mundial. En América, se encuentra sólo por encima de Guyana (0,633), Honduras (0,625), Nicaragua (0,589), Guatemala (0,574), y Haití (0,454).
1 y 2. Eduardo Galeano. Las venas abiertas de América Latina. Madrid, Siglo XXI editores, 1979.
3. Antonio E. Brailovsky y Dina Foguelman. Memoria Verde. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1991.